jueves, 27 de julio de 2017

Venas verdes

Iba cansada de caminar,
seca.
Me encontré en un jardín,
busqué tierra mojada
y allí me sumergí.

Tras un par de años
comencé a nacer.
Tanto me cuidó:
las gotas de lluvia
caían en tierra,
resbalaban dentro de ella
y al tocar mis cabellos
los nutrían,
les dejaban semillitas de frutos
que en el futuro dieron de comer
al viajero cansado.

Un día salí
en forma de flor-árbol,
con mis brazos, con mis piernas,
con mi cara de niña grande
y mi nariz de botoncito.
Miré hacia abajo y vi un rio.
Mis pies
sumergidos en el agua que corría
(y correría por siempre)
absorbían la frescura
que se movía por mis venas
y se traducía en flores,
en frutos al final de mis manos.

Así pasaron siglos,
días de verano
y noches de invierno;
crudos otoños
y felices primaveras,
pero mi hoja no cayó.
Más bien daba lirios en invierno,
duraznos en otoño,
piñas en primavera
y rosas en verano.

El rocío
todas las mañanas
me acobija.
En mis hojas
el eco de mi salvación:
el rio me mantiene viva.

Foto por @huntergillman

1 comentario:

  1. Qué preciosidad de poema, si cierro los ojos me imagino ese jardín y el río, los lirios de invierno y las rosas de verano. Me encantaría estar en un lugar así ahora mismo. Besos!

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